28 de septiembre de 2017

OTRA HISTORIA

   ¿Por qué ha podido Gran Hermano mantenerse en antena durante dieciocho años?

   Es una pregunta muy sencilla que nos lleva a una respuesta muy compleja. Tanto, como la propia historia, su propia historia. En realidad, hoy en día, no sirve para mucho. Si acaso, como la Historia misma, para conocer, para interpretar y porqué no, para saber de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. Así se escribe la Historia. Y así se debería estar escribiendo Gran Hermano. Es cíclica, y podríamos dividirla en etapas, o en eras, en siglos o en ediciones.

   Pero todas tienen algo en común que sirve, entre otras cosas, para poder diferenciarlas. Hace cinco ediciones, la expulsión disciplinaria de Argi Gastaka, supuso, dentro de la Historia de Gran Hermano, un punto de inflexión. Hasta entonces, la audiencia siempre había sido soberana, todo un clásico, y de una forma u otra, directa o indirectamente influía, participaba, guiaba el pensamiento de los arquitectos del programa. Cada edición se hacía pensando en ella, de qué manera podría gustar más o menos una prueba, podía influir su voto, o sus críticas... y se le tenía en cuenta. Era una parte más, de todo aquello que conformaba cada edición, la historia de cada edición.

  Tras una de las injusticias más sonadas y disparatadas que jamás se hubieran podido ver en la historia de la televisión, la cadena decidió para amortiguar las críticas, mirar hacia otro lado y seguir adelante como si nada hubiese ocurrido. Como por arte de magia, se esfumó, desapareció de escena sin una mínima explicación, una mísera entrevista o una nota aclaratoria. Y Gran Hermano siguió. 

  Pero ya nada fue igual.

  La audiencia había dejado de ser protagonista del reality. Dejó de formar parte de sus decisiones y de sus discusiones. Se le cambió el formato al Debate que hasta entonces, había servido de salvavidas “de jueves a jueves” como acertadamente había bautizado a la semana una bloguera conocida y se utilizó para reafirmar la nueva política de decisiones, se expulsan a los que entienden del programa y se rodean de pelotas que velen por la empresa a cambio de un efímero protagonismo. Se les hincha de una engañosa popularidad y se les eleva a la categoría de “expertos” en GH.

  Se añade otro círculo más a la distancia entre concursantes y público. Productora con el súper a la cabeza, siguiendo directrices de la cadena y en connivencia con el presentador de turno. Primer anillo; colaboradores inflados de popularidad y programas satélites, al que habría que añadir a unos cuantos “pelotamaníacos” que se encargan de aplaudir con las orejas todo cuánto se hace y encargados de contrarrestar críticas negando las evidencias, justificando errores y ensalzando hasta el infinito cualquier cosa que se haga, sea mala o buena. Estómagos agradecidos a cambio de notoriedad con algún blog o alguna mención. Segundo anillo.

  Y luego, la audiencia.

 Un caramelito para llevarse a la boca. Seguidores fieles que, contra viento y marea, siempre están ahí, perdonando lo imperdonable, pasando por alto errores y tragando todo cuanto les cuenten, están para lo que están, engordar audímetros, share social y hacerle publicidad.

  Es la última era de la Historia. La más inmediata, la más reciente.

  Hasta el año pasado.

 En que “tres putas llamadas” pusieron fin a un ciclo. El descrito anteriormente. Han sido cinco ediciones en que la audiencia ha estado anestesiada, enredada en sus cantos de sirena a cambio de sus migajas, si os portáis bien, os daremos vuestra ración. Surrealista.

  Hoy llora Gran Hermano. ¿Hoy llora Gran Hermano?. Nadie se explica nada, ni los concursantes, ni la cadena, ni los espectadores. Los colaboradores los dejo aparte, cumplen perfectos su papel ya que están bien adiestrados y alimentados.

  No pasa nada. Sólo es un cambio de ciclo, como en la Historia. Cuando se airee el tufo a basura que se le escapó a la cadena a través de las puertas de Sálvame, su buque insignia, y entró sin darnos cuenta en el plató de GH, todo volverá a ser como antes. Cuando desciendan de los cielos aquellos que, angelitos, ascendieron por obra y gracia de, en fin, ellos sabrán. Cuando GH, resurja de la propia basura en que le han metido, de entre sus cenizas de mierda y se lave con ese gel primoroso llamado esencia, cuando se desprenda de la vanidad, de la soberbia, la incompetencia, el abuso, la mentira y la manipulación con que lo han impregnado y se refresque de autocrítica, sentido común y un poquito de humildad, quizás, solo quizás...

  Podremos empezar otra Historia.